una paginita

Hoy salí tarde porque no quería hacer el camino de vuelta hasta Catritre en bici, ya lo había hecho una vez, para llegar hasta acá, y sabía lo que me esperaba. La gente del camping ofreció llevarme de vuelta con ellos, en camioneta, hasta la ruta.

Viajé, con los chicos y el encargado del camping, en la caja de la camioneta, llevaban tantas cosas que parecía una mudanza. Una camioneta tan vieja era increíble que pudiera trepar las partes más empinadas del camino, cargada como estaba. Le costaba un poco a veces, pero todos gritábamos de alegría cuando llegábamos arriba.

Adelante nuestro iba un camión cargado de troncos, tan pesados que el camino cedió de un lado y casi se va cuesta abajo. Tuvieron que abandonar todo el cargamento. Hacía falta el esfuerzo de cuatro personas para mover los troncos, haciendo palanca con un fierro, y sólo para hacerlos rodar cuesta abajo.

Estuvimos alrededor de dos horas hasta que pudieron sacar el camión para seguir avanzando, porque el camino era de una sola mano (¡peligrosísimo!).

A las 16hs llegamos a la ruta.

Una vez allí, no sé que me pasó, pero no podía avanzar. Sentia que la bici pesaba dos toneladas, que estaba pegada a la ruta. Pedaleé 3Km y me encontré con una pareja de ciclistas detenida junto al lago. Les pasaba lo mismo.

Pero, lo que más me llamó la atención, y que me puso muy contento, era que fueran para el mismo lado que yo. La primera vez, en 29 días de viaje, que coincidía con bicilocos.

Muy contento me uní a ellos. Llevaban un ritmo de marcha muuucho mas lerdo que el mío: íbamos a 6Km/h. Así y todo, dejé de sentir cansancio a esa velocidad, y tenía ganas de cenar con ellos, por lo que me mantuve a la par y viajamos dos horas más, con algunas pausas, hasta cubrir 12Km.

Estábamos sobre el puente del Arroyo Partido, y nos pareció muy lindo lugar para acampar y comer unos fideos hechos al fogón.

Notas al margen

• El arroyo partido tiene la particularidad de que se bifurca y las aguas de uno de los brazos terminan en el océano Pacífico, mientras que las del otro, en el Atlántico.
• Haber viajado dos horas a un ritmo tan lerdo fue un aprendizaje para mí. A partir de ese día todas las subidas y partes difíciles me costaron mucho menos, las comencé a tomar de otra manera, sin prisa, tranquilo. Dejé de estar tan pendiente del velocímetro, de sentir que era un lerdo si viajaba más lento que 20Km/h.