Libros que adoro

Notas preliminares

Este cuento fue escrito para resolver el ejercicio: “Noticias frescas”.

La noticia que elegí es “40 libros que adoro”: Flavia Pitella invita a leer sin parar, publicada en www.infobae.com el 12 de agosto de 2015.

Libros que adoro

Mientras esperaba en una oficina de Infodiario, Flavia, inquieta, miraba a su alrededor. Sentía esa sensación de quien no está muy convencido de lo que va a hacer. Pero sus dudas cesaron cuando apareció Jorge, el periodista que la había invitado para hacerle una entrevista sobre su nuevo trabajo: “40 libros que adoro”.

La reunión transcurrió con normalidad, sin preguntas difíciles por parte de Jorge, quien se interesaba principalmente por sus hábitos de escritura: si escucha música mientras escribe, cuál es su momento preferido para hacerlo, el lugar, consejos para otros escritores…

Lo que nunca decía Flavia, ni en su obra ni en entrevistas, era que literalmente sentía adoración hacia algunos libros. Una adoración secreta, que incluía rituales nocturnos, un altar montado en un rincón escondido de su casa, sobre el que posaba el busto de Shakespeare rodeado por un círculo de velas rojas, y frente al que se ubicaba un atril para leer, de rodillas, los libros sagrados, según un calendario mágico.

Todavía podía recordar, a pesar del tiempo transcurrido, su encuentro con el primero de “los cuarenta”. En una oscura y pequeña librería de Buenos Aires, de esas con estantes y mesas abarrotados de libros viejos, donde se respira olor a papel amarillento apenas entrar, y donde uno nunca sabe con qué se puede encontrar.

La encontró camino al trabajo, no recordaba haberla visto antes. El librero no estaba allí, y los libros parecían estar ordenados al azar. En la segunda mesa, como escondido detrás de una pila de libros gruesos, había uno de tapa verde, con algunas manchas de humedad, que le llamó la atención. No sabía por qué ese en particular, era parecido a otros que estaban más cerca, pero tenía que ser ese. Tampoco sabía por qué estaba escondiéndolo en la cartera mientras se escapaba de ese lugar, pero creía que era necesario.

Situaciones parecidas había detrás de cada uno de los cuarenta: había encontrado uno tirado en una plaza, otro en casa de una amiga, otro en la mochila entreabierta de un joven en el subte, cada uno tenía su historia, siempre presentándose a ella como si el destino estuviera escrito para que ese encuentro se diera inevitablemente, con el libro terminando en su cartera.

Ahora que tenía cuarenta, de algún modo la invadía la certeza de que no eran todos, sino el principio. Necesitaba ayuda para encontrar a los demás, que podían estar escondidos en cualquier lugar del mundo. Y había escrito “40 libros que adoro” con la intención de buscar adeptos en secreto, entre mensajes subliminales e invitaciones a leer los libros mágicos para iluminar a sus lectores con la verdad y atraerlos hacia ella.

mmazzei -