Que feo es descubrir que se eligió el camino equivocado cuando ya se lo ha recorrido demasiado y se sabe que la vía no es de doble mano.
A veces es tan angustiante que, preocupados por haber cometido tal error y pensando todo el tiempo en la hipotética -en algunos casos imposible- manera de desandarlo, nos olvidamos de mirar hacia adelante con atención para evitar tomar otra mala decisión en la próxima bifurcación.
Así son las cosas que, de tanto mirar hacia atrás, uno camina chocándose los obstáculos, estrellándose contra las paredes y eligiendo las sendas equivocadas. De tanto mirar hacia atrás, se quiere encontrar “el punto” en el que se falló sin recordar que en los caminos no se ven las bifurcaciones cuando ya se pasaron.