Inicio | General Pinto, 7:00hs |
Fin | General Villegas, 11:50hs |
Distancia | 118Km |
Alojamiento | Camping Municipal, con pileta. Muy bueno. |
El viento aún era desfavorable, aunque arranqué temprano y pude recorrer sin problemas los primeros 50Km.
Medio cansado y con hambre, frené a descansar unos minutos en el peaje. Me atendieron tan amablemente Natalia y Liliana que opté por quedarme un rato más. Allí me ofrecieron la cocina, para calentarme agua para los fideos (almorcé a las 10:00hs) y me quedé charlando con Natalia, de religión. Me recordó un poco a Mike, el hombre de Indonesia que había conocido meses atrás en un hostel, cerca de Yosemite, intentando convertirme (¿es esa la palabra?) para que crea en lo mismo.
Quien trataba de convertirme, en ambos casos, hacía referencias a un final impredecible, irreversible e inevitable luego del cual las personas deberían pasar por un filtro que separaba a las que disfrutarían de cosas buenas (el cielo, paraíso o lo que fuera) de las que pasarían derecho al infierno. Para ser acreedor de un pase al cielo, había que convertirse mediante un proceso muy simple (repetir mentalmente una frase que ya no recuerdo, en un caso, afirmarle al otro que “sí, creo”, en el otro) antes de que llegue el momento. En ambos casos se utilizó la idea de que, mientras más tiempo pasa sin convertirse, más chances hay de que llegue el final y uno se quede sin entradas pa’l paraíso. Ni uno ni otro eran católicos. En un caso se trataba de una evangelista, en otro, de uno que se creía un profeta.
Continué viaje y, cuando había hecho 5Km desde el peaje, una camioneta se detuvo delante mío. Cuál habrá sido mi susto cuando ví que se bajó un policía y me hacía señas para que me detenga. Resultó ser que era uno que me quería saludar nomás (¿¿¿???). ¡Con lo que cuesta tomar velocidad en la bici cargada! Deseé que no fuera el inicio de una tendencia.
Al rato cambió un poco el viento (¿o giró la ruta?) y ya lo tenía a favor. Nada me paraba. Hice un par de tramos más de 20Km, entre las 12 y las 13:30hs. No era una linda hora para pedalear al rayo del sol: la cabeza se me achicharraba, me sentía un poco sofocado y estaba tomando demasiada agua. Sólo quería sombra.
Cuando llegué a Villegas, mi intención era sólo descansar un par de horas hasta que bajara un poco el sol. Otra vez mencionaron camping con pileta. Otra vez me gustó la idea.
Antes de acampar fui a hacer las compras, tenía hambre. Grave error: me sobró muucha comida (esto sucedería varias veces durante el viaje). “No ir al super con hambre, no ir al super con hambre,…” me lo repetía una y otra vez para que se me grabara bien, sin éxito.
La gente de Villegas merecería una nota aparte. Muy amable todos con los que traté. También curiosos y con ganas de hablar. Venían de a uno o varios y quedaban haciendo preguntas, contando cosas, invitando a quedar, sugiriendo lugares…
Lo que más me sorprendió de la ciudad fue que el agua corriente no fuera potable. La gente tiene que pagar por el agua y, los que no tienen dinero, juntan de la lluvia. No lo esperaba en una ciudad de la provincia de Buenos Aires. ¡Siendo que tan cerca hay tanta disponibilidad de agua dulce que la gente no tiene problemas en derrochar!
Esta noche armé la carpa dentro del vestuario del camping porque estaba como por llover ¡y entré al vestuario con bici y todo!