Inicio | Realicó, 7:00hs |
Fin | Nueva Galia, 17:00hs |
Distancia | 100Km |
Alojamiento | Parque municipal. Sin servicios, pero tranquilo. |
Parece que los días se van compensando entre sí. Hoy no hubiera podido repetir la jornada de ayer. Incluso me desperté mareado y sin fuerzas, con la cabeza como a punto de reventar.
En calma, lentamente, desayuné y me preparé para salir. Inflé un poco las gomas. Daba vueltas, como retrasando el momento de la partida. No tenía ganas de nada.
Cuando vi para qué lado flameaba la bandera, el corazón volvió a latir y las fuerzas reaparecieron: tenía un buen viento a favor. Tal es así que, al primer tramo, lo hice de 25Km en lugar de 15 o 20Km, como venía haciendo. Estaba muy contento con eso. (Nota: todo es psicológico)
Al frenar a descansar descubrí que las ruedas estaban descentradas a tal punto que la bici se frenaba casi de inmediato cuando dejaba de pedalear. Recorrí otro pequeño trecho hasta la estación de servicio, desarmé todo y me quedé mirando fijo la bici y mis herramientas mientras hacía memoria.
“Yo sé que vi ese video en youtube antes que el del gatito que no se quería bañar”, pensaba en referencia al tutorial de centrado de llantas. Pero no me venía a la mente.
Entonces agarré la pinza y jugué un poco con los rayos. La pruebo y… había quedado peor. La rueda parecía un boomerang. Eso fue un buen indicio: “si para un lado la empeoran, para el otro la corrigen”. Técnicas de pensamiento de emergencia, vió.
Así fue que aprendí a centrarlas mientras el playero me cebaba mates. Todo el tiempo creyó que yo sabía lo que estaba haciendo (por suerte estaba atendiendo en el surtidor cuando la rueda se bananizó). Quedé como un biciexperto.
Antes de salir, recibí indicaciones para llegar a la bicicletería de Rancul, la del Ruso Grosso. Mi idea era llevar la caminívora a un profesional para que tenga una segunda mirada. No confiaba tanto en mi arreglo.
Pedaleé unos 20Km hasta Rancul, una bonita ciudad con entrada arbolada. Se hicieron bastante fáciles por el viento a favor. Y allí fui directo a ver al bicicletero-mecánico-vidriero-etc de la ciudad. Realmente un groso, la arregló en el momento y me regaló unos parches, que se los rechacé inicialmente porque me parecían un peso innecesario (no había pinchado aún), pero que resultaron ser una bendición al día siguiente.
Grosso me comentó un poco cómo sería el camino hasta San Rafael. Él también lo había hecho hace unos 15 años, en bici. ¡Hasta me mostró una foto del grupo de su travesía, que tenía enmarcada!
La siguiente parada fue Chamaicó, donde me resguardé de la lluvia, que ya se había largado. Me invitaron los policías a pasar, efusivamente, diciendo que había llegado justo para los choris. Era una oferta que no podía rechazar.
Comí un choripán y me quedé como 2:30hs charlando y tomando mates con ellos. Unos genios, y muy amables los tres. Algunos temas de conversación eran bastante exóticos para mí, pero me resultaba entretenido escucharlos.
La verdad que me daban ganas de quedarme un rato más, pero no llegaría a Nueva Galia temprano si lo hacía. Así que subí a la bici y, por enésima vez, me despedí sin saber si volvería a ver a quienes dejaba atrás.
Del resto de la jornada no hay mucho más para decir, con la excepción de que el paisaje se ha vuelto más desolado. Si bien aún hay terrenos cultivados (soja, girasol) y con ganado, hay grandes extensiones con malezas, resecas o con cultivos completamente arruinados. Y las subidas son cada vez más frecuentes, algunas acompañadas de largas bajadas: ¡pude alcanzar los 45Km/h en una de ellas!
En Nueva Galia dejé la bici en el galpón de la estación de servicio y me fui a acampar a un parque, recomendado por dos chicas que tomaban helado con wifi allí (la internet de la estación era mejor que en el resto del pueblo). El parque estaba a unos 500m de la estación, era un lugar oscuro, escondido y tranquilo. Todo lo que necesitaba.