Inicio | Bardas Blancas, 6:40hs |
Fin | Ranquil Norte, 17:30hs |
Distancia | 130Km |
Alojamiento | Plaza junto a puesto de informes. Allí me dieron agua fresca y para el mate. |
No hacía demasiado frío esta mañana así que partí enseguida, luego de un desayuno rápido.
Los primeros 50Km pueden dividirse en: 10Km asfalto, 30Km 60% ripio (y ruta en construcción), 10Km restantes de asfalto. Todos en leve bajada hacia el sur, sólo interrumpida por alguna que otra lomada. Para las 8:50hs, ya había recorrido 54Km y aún no estaba cansado.
El paisaje también ayuda. La ruta corre todo a lo largo del Río Grande, que riega la tierra dando lugar al predominio del verde en el valle y a un sinfín de pequeños oasis de árboles. Las montañas, a su vez, se yerguen imponentes a ambos lados. Muchas de ellas terminando en una pared vertical, como si les hubieran arrancado el resto.
En Bardas Blancas me advirtió el dueño de la hostería que no tendría lugar donde comprar comida ni conseguir agua en todo el camino. Por lo que compré frutas y llené todas las botellas con agua antes de salir.
En el tramo que he recorrido hasta ahora (~50Km) pude comprobar que no era así. En cada oasis hay gente. Algunos de ellos tienen almacén.
Ahora mismo me encuentro en uno llamado “Buta Bellón” (el cartél dice “Billón”, pero Nora corrige), habitado por la familia Ávila.
Rodeado por árboles que otorgan sombra y fresco, está formado por unas diez casas, dispersas, sin un orden aparente. De cualquier lado sale un pasillo a una u otra. En medio hay corrales para chivos o galpones para herramientas.
Las casas son bajas. Algunas de ladrillo, otras de adobe. Incluso puedo ver un galpón de piedra con techo de paja y barro.
Junto con el agua para el mate, la dueña del kiosco (Nora) me dió un libro. Allí colecciona firmas de visitantes. La hojeé un rato y encontré firmas en varios idiomas, incluso en coreano. Las dedicatorias agradecían la hospitalidad o halagaban el paisaje. Las más viejas databan del 2004, aunque este era el 2do libro porque el primero ya estaba completo. Estimé que, manteniendo un ritmo similar, la costumbre se habría iniciado unos 25 años atrás.
Encontré firmas de gente que había pasado hacía tan sólo unos días, en bicicleta. Tengo una leve esperanza de encontrarme con alguno en el camino.
De Buta Bellón seguí, luego de tomar unos mates, otros 50Km. Paseando primero por una extraña e inmensa formación llamada “La Pasarela”, donde hace nosecuántos años la lava que salió de uno de los tantos volcanes de la zona se encontró con el agua fría del río. Al enfriarse de golpe se quebró y dió lugar a un paso de unos 20m de profundidad y 12Km de largo. Las paredes de La Pasarela son negras y el río se ve pasar allá abajo, a lo lejos.
En “El Zampal” (1Km antes) me detuve 1h para almorzar. A las 12:30hs, habíendo parado para tomar mates, y varias veces para fotografiar algo o contemplar el paisaje, ya había recorrido 100Km. Agradecí al camino en bajada y al viento a favor. No sé en qué momento comencé a personificar cosas como el viento o la ruta.
Manteniendo el ritmo podría llegar a Barrancas (otros 50Km) en un par de horas. Pensando en ello partí y, para mi decepción, apenas cruzado el puente sobre el Río Grande, el camino se tornó en uno de subida y el estado del ripio empeoró.
Desde ese punto, y por el resto del camino, hasta 3Km antes de Ranquil Norte, el camino fue en subida y de un ripio horrible.
Tan malo, sumado a un viento que cambió de dirección hasta ponerse prácticamente en contra (¿o era la ruta la que cambiaba?), que los 30Km que separan El Zampal de Ranquil Norte me llevaron más tiempo que los 100Km previos. Bebí 3 caramañolas en este último trecho contra las 2 de los primeros 100Km. Y tuve que hacer casi 15Km a pie porque no me daban las fuerzas o porque el camino era muy malo.
Durante ese trayecto, en un momento en que ya no daba más del cansancio y el calor, una camioneta chilena se detuvo y la gente ofreció llevarme. Fue una prueba dura. Tenía muchas ganas de que lo hicieran, hubiera pagado porque me arrimaran a donde fuera, lejos de allí, del desierto volcánico, del sol, del hambre, sed y desesperación, del dolor físico y mental. Pero tomé voluntad de donde pude y rechacé la oferta.
Más tarde un coche se detuvo unos 50m delante mío y un brazo salió por la ventana. Aceleré un poco el paso, ilusionado porque podría hablar con alguien, y vi que el brazo sostenía una botella. ¡Cuál sería mi aspecto para que la gente se detuviera sin que yo pida nada, para darme agua!
Cuando comenzó el tramo de asfalto me puse muy contento. Además había una laguna, y hacía un milenio que no veía agua. Y al mismo tiempo me puse triste cuando alcancé a leer el cartel: “Ranquil Norte 13Km”. No es que cambiaba de un extremo a otro con facilidad (¿o sí?), sino que la ruta trepaba una montaña hasta donde alcanzaba mi vista, para cruzarla por arriba. Esto era cosa de nunca acabar.
Desde allí hice todas las subidas a pie y sólo los pocos tramos horizontales o en bajada en la bici. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude llegar a Ranquil Norte, pero estaba extremadamente cansado y, para colmo, todos los almacenes se encontraban cerrados.
Por suerte, o porque el pueblo era chico, me crucé con una mujer que resultó ser la dueña de un kiosco y llamó por teléfono a su hija para que me abriera la puerta. Era un almacén raro: no tenían lácteos, fiambres, frutas, verduras ni pan. Sólo conseguí galletitas, una lata de caballa y las instrucciones para llegar a la casa de la mujer que vende pan, donde un vecino la telefoneó para avisarle que yo esperaba a la puerta.
En resumen: luego de medio día sencillo, el resto de la jornada fue difícil. Todavía me duele la cabeza y estoy mareado por el sol y el cansancio. Ahora sólo espero que la tormenta que se ve todo alrededor no se largue aquí esta noche. Puedo escuchar los truenos, pero el señor tormenta por ahí se marcha.
Notas al margen
- La sección anterior a “Agradecí al camino en bajada y al viento a favor.” fue escrita desde Buta Bellón, mientras descansaba tomando unos mates, contento por lo fácil del camino. El resto del post, desde Ranquil Norte, donde el dolor de cabeza sólo permitía descripciones negativas.