Notas preliminares
Escrito desde el teclado virtual de un iPhone, con el único objetivo de molestar a compañeros de oficina a quienes considero, a modo de broma, fanboys de Apple. No pretende ser más que una ironía.
Gran Hotel España
En un lúgubre cuarto del “Gran Hotel España”, al que se llegaba atravesando un largo pasillo iluminado sólo por una vieja lámpara incandescente que parpadeaba como intentando aferrarse a su vida luminosa de 1500 horas, se encontraba sentado en un sillón, con más años de existencia que él mismo, un muchacho de mejillas sonrojadas y grandes ojos.
Su mirada no era la que se espera de un púber en la flor de la vida. Estaba perdida en un punto invisible entre él y el suelo, que reflejaba la oscuridad de la habitación. Una idea daba vueltas por su cabeza desde que pasó lo impensable. Una idea oscura y peligrosa que empalidecía su rostro y lo tensaba como una fiera agazapada y a punto de saltar.
Dejaba caer un brazo, tendido tiesamente hacia el suelo, con la mano abierta, de la que había dejado caer, sin notarlo, por su extravío obsesivo en la idea que dominaba sus pensamientos, un iPhone 5s.
¿Qué emociones lo guiaban en aquel momento? ¿Qué obsesión despilfarraba sus energías mentales?
Miles y ninguna al mismo tiempo. Preguntas sobre preguntas sobre preguntas y luego tratar de volver a la idea inicial y continuar elaborando una respuesta.
El teclado de aquel teléfono en que había depositado, siguiendo los consejos dictados por genios del Marketing en alguna inmensa y luminosa oficina, con ventanas a un parque, sus esperanzas por alcanzar la tan ansiada y obligatoria felicidad, tenía un problema.
Nada que otorgue felicidad al nivel de lo prometido podía tener problemas. Esas fotos de gente sonriendo no eran un engaño. Miles de millones de pixeles no fueron coloreados para transmitir una inmensa mentira. No podía ser de esa manera.
De repente dejó escapar un débil sonido por entre sus labios: “Siri, dime que todo es sólo un sueño, que nada existe en la realidad, que no estoy en un hotel hablando contigo para preguntarte si escuchaste la irregularidad del sonido de esas teclas, dime que nada de esto ha pasado…” Silencio, sus pupilas se dilataron, un escalofrío de terror recorrió todo su cuerpo. “Siri…” El silencio agobiaba, la respiración se entrecortaba. “Siri, ¿estás ahí?” El miedo lo dominó, estaba paralizado, ni siquiera llegó a girar la cabeza para averiguar si realmente yacía su teléfono en el suelo.